domingo, 24 de octubre de 2010

Mis memorias de Abby Brown

INTRODUCCIÓN

No sé que fecha dar, es más, ni siquiera quisiera recordar. Solo  digo que si alguien pasó por algo similar me haga saber.

Todo se remonta cuando apenas era un adolescente, por cierto, no muy común. Solía ser un chico bastante tranquilo y pacífico, quizás distinto a mis compañeros, puesto que mis tutores siempre decían que era  maduro y que veían gran potencial y vocación para mi edad. Digo esto porque al terminar el colegio me enteré que sin consulta alguna ya tenían entre sus planes mi ingreso al seminario.  Y solo Dios sabe que mi amor por él es grande y también sabe el porqué nunca llegué a los claustros como aspirante.  Hoy más que nunca creo en la existencia de los seres de luz, de los ángeles y porque no, también en el actuar de las almas de nuestros seres queridos después de su muerte; pero también como creo en la existencia de seres protectores, debo dar testimonio de la presencia de seres malignos que no descansan hasta lograr sus propósitos.

Mi familia tan obsesionadamente pegada a las costumbres religiosas, nunca llegaría a comprender que un humano simple y común podía pasar por sucesos increíbles e indescriptibles a pesar de su corta edad. Sin embargo hoy trataré de contarles lo que viví, y digo trataré, porque no es placentero recordarlo y menos describirlo.

Sin dar más vueltas al asunto pasaré a relatar un pasaje de mi vida. Advierto que todo lo que cuento es verídico y real.

terror, apariciones, gallo, cuentos, casa colonial, frederick, janniceg,

Apenas tenía 13 años, cuando mi padre sufrió un accidente. Por la gravedad del caso mi madre decidió llevarlo de emergencia a la capital, dejándonos   a mis hermanos mayores y a mi al cuidado de una tía que al mismo tiempo era vecina, la cual solo se encargaría de prepararnos las comidas principales.

Por ese tiempo, vivía en casa una prima; mi menor por un año, se llamaba Abby. Era una chica muy guapa, de profundos ojos negros, de tez blanca,  alegre y vivaz;  pese a la situación de sus padres, quienes siempre solían discutir.

Debo aclarar que la casa donde vivía era muy grande y antigua, de diseño  clásico con tendencias barrocas, al centro un gran patio que la mayoría de veces era iluminado por la tenue luna, al igual que las habitaciones. La pequeña pileta al centro separaba dos ambientes en la casa. El primero era el lugar donde vivía con mis hermanos y el segundo (del fondo) fue destinado para la estadía de la familia de Abby.

Aquella noche, tras terminar las tareas del colegio me dí con la ingrata sorpresa que mis hermanos mayores habían salido muy a pesar de las advertencias de mi madre. Ya conocen el dicho “Cuando el gato está fuera, los ratones hacen fiesta” y fue precisamente lo que hicieron. En fin, no era la primera vez que me quedaba solo, ahora me atrevo a confesar que disfruto mucho de la soledad.

Pronto, recibí la visita de Abby que venía acompañada con su hermana  mayor Ariel, quien era contemporánea conmigo. Ambas buscaban un libro del cual pudieran guiarse para terminar con sus deberes. Sólo como estaba, me animé a invitarlas a realizar sus tareas conmigo. Abby gustosa aceptó, pero Ariel le recordó que para ello tenían que regresar a buscar sus cuadernos y así lo hicieron.

- Las espero – dije, recibiendo por respuesta una sonrisa de ellas.

Ignoro por qué en ese momento sentí algo raro. Un presentimiento, una sensación de que algo iba a pasar asaltó mi mente. Sin embargo hice caso omiso y como todo un valiente, pensé que solo eran tonterías mías.  Los segundos pasaban y cada vez el miedo se apoderaba de mi ser. Mi espíritu, mi alma o aquel ser de luz que siempre me cuidó gritaba de manera desesperada e inaudible ¡Huye!  ¡Vete pronto!  ¡Sal de casa!  ¡Vete!  ¡Vete ya!

Nunca me pasó algo similar, quería hacer caso a ese extraño sentimiento, sin embargo recordé que mis primas volverían, no podía faltar a mi palabra, pero la sensación o la fuerza que me empujaba a salir corriendo, era más grande que mi voluntad. Me levanté del sofá, tomé la perilla de la puerta girando lentamente, tratando de vencer el miedo que de la nada se apoderó de mi. De pronto un grito proveniente del patio se escuchó muy fuerte, era Abby quien gritaba con desesperación. Corrí tratando de vencer a todos  los demonios que luchaban dentro de mi, tentándome con la idea de no salir en su auxilio.   Ariel la tenía abrazada, estaba tan pálida y temblorosa… Abby sangraba y lloraba como nunca antes vi a una niña llorar. Pronto sus padres llegaron.

- ¡Que pasó!  ¡Que ocurrió Ariel!
- Una mano….
- ¿Qué dices?
- Una mano salió de la nada, atravesó la pared y trató… trató…
- ¡Que hizo, habla!
- ¡Quiso matarme! – terminó de decir Abby cortada por el llanto

Era ilógico, las paredes (al menos las de ese lado) no tenían ventanas ni puertas para que alguien pudiera jugarles una broma o querer hacerles daño. Me acerque y fue grande mi sorpresa cuando ví una mancha negra como si se tratara de carbón en parte de la pared .

- ¿Como paso esto?

Pregunte, Abby levanto la mirada  y nuevamente un grito volvió a escucharse, esta vez fue Ariel al ver el rostro de su hermana menor  con las huellas de unos dedos y una herida triangular en la mejilla, de la cual  brotaban hilos de sangre. Abby al ver a su hermana nerviosa se tomo de la mejilla mirando luego en su pequeña mano la marca que dejo la sangre. Rompió nuevamente en llanto, miro a todo pidiendo una explicación lógica de lo que ocurría.   Sus padres, sin  encontrar  se apresuraron en atender sus heridas.

- Te dije que hicieras tus deberes en casa.- Critico el padre  mirándome fijamente sin disimular su enojo.
- Vamos  rápido, debes limpiarte eso. – Acudió la madre alejándola del abrazo de Ariel.
- ¿Que fue eso mamá? – pregunto Abby aún llorando.
- ¡No fue nada!


Fue lo ultimo que escuche, mirando anonadado las huellas en la pared , que fueron testigo del suceso de aquella noche . Volví la mirada y ofrecí mi mano a Ariel  sin recibir respuesta alguna, trate de levantarla pero fui interrumpido por sus palabras:

- Fuego, fuego y un animal gigantesco la ataco. Salio de ahí Frederick.

La figura en la pared se asemejaba  a la pata de un gigantesco gallo. Ese fue el inicio de los muchos eventos que ocurrirían posteriormente. Recordarlo aún me causa miedo y  todo mi cuerpo se estremece. Sin embargo , siempre me preguntare quien  me oriento a escapar.

Creo en los seres de luz, lo reitero, puesto que aún estoy vivo y nada malo me llego a pasar aún siendo  la potencial victima de un accidente de tránsito, no me explico como mi cuerpo  llego al otro extremo de una avenida con  cuatro vias. También me pregunto  ¿por qué a tí Abby?

No hay comentarios: